jueves, 23 de julio de 2015

¿Qué es lo que he aprendido con la Danza?

Jamás imaginé que sería buena bailarina, principalmente por mi físico. Tengo demasiados prejuicios contra él, sobretodo con mis piernas... Digamos que sencillamente no tengo el clásico "cuerpo de bailarina." Así que nunca le dí demasiadas vueltas al tema. Pero la Danza era una de esas cosas que se te van quedando guardadas, por ahí, en algún rincón del corazoncito, a la espera de resurgir en cuanto salga la posibilidad. Siempre me han gustado las artes en general y la lista de bailes que me gustaría aprender era bastante larga (y bastante poco seria también). Pero la Danza Celta, muy poco conocida, era algo mágico que me había atraído desde que era pequeña y mi mamá me había llevado a ver Lord of the Dance, cuando tenía por ahí como 10 años... Fue una experiencia maravillosa... Así que cuando, trece años más tarde, un día como cualquier otro, sonaba el teléfono y la voz de un conocido mío me decía: "Hey! ¿Quieres aprender a bailar danzas celtas totalmente gratuito?" Fue una de esas cosas que uno no las piensa mucho y dice: "¡Ya, sí, claro!" Sin dejar mucho espacio para el... "¿En qué me metí?"



Llegué y con las chicas calzamos de inmediato. Alguna alineación planetaria extraña hubo, pero la cosa es que se armó una dinámica súper rica. No les voy a mentir, hemos pasado por DE TODO, pero lo genial es que hemos pasado por eso juntas. Hemos aprendido mucho en el proceso y hemos llegado más lejos de lo que probablemente ninguna había imaginado. Lo genial de esto, es que a medida que avanzamos, los horizontes se mueven también, y es así que nunca termina. Cada vez que alcanzamos una meta surgen nuevos desafíos, de este modo, a pesar de estar tan lejos de esos inicios, bailando en el bar de una casa privada... aún se siente como que hay un laaaargo camino por recorrer. Aún nos falta y siempre podemos ir mejorando. Este mes de Agosto cumpliremos dos años como agrupación formal. Y no podemos sentirnos más orgullosas.



Pero hoy no quiero hablar de nosotras. Ese es un tema que me gusta mucho, pero esta vez quisiera dejar un espacio para mí. Quiero hablar de lo que he aprendido con este mundo de la Danza. Y prepárense, porque siento que la lista es interminable.

Primero que todo: he aprendido a soñar. Es curioso, muchas veces la gente dice "soñar no cuesta nada," pero yo creo que sí. A algunos les cuesta. Como les contaba, yo no creía ser buena bailarina, no creía que serviría para eso. A lo más pensé que si me atrevía a dar ese primer paso e ir a clases a aprender... Con suerte sería un hobby para mí, no algo de calidad que podría mostrarse a otros y que el resto disfrutaría tanto como yo lo hago. El tema es que sí se puede. Hay que aprender a lanzarse a la vida, a intentar cosas, a perder el miedo, a tratar... Basta de decir "es que yo no puedo," es que "yo no soy buena" "ay! pero si yo no me voy a dedicar a esto..." Todo lo que uno hace lo hace con amor, y parte de eso es darse la oportunidad. Soñar con que tal vez si lo intentas y trabajas, podrás hacerlo. Y después nuevos sueños van apareciendo: quizás ya no sólo aprenderé a bailar, sino que además seremos un grupo con vestidos y un logo y un nombre. Quizás nos inviten a bailar a eventos y quizás nos inviten a otras ciudades, regiones, otros países... Todo eso se ha ido cumpliendo. Pasamos del "Quizás yo no pueda bailar" o el "es que ese paso no me sale" al "dame tiempo y lo sacaré."




Eso se relaciona mucho con mi segundo aprendizaje: el trabajo duro y el esfuerzo. Porque el éxito no es algo que cae del cielo. Es cierto, hemos tenido mucha suerte, gente que nos ha apoyado y que ha estado ahí para nosotras. Oportunidades y buena onda. Pero eso se convertiría en nada si no fuera por el esfuerzo y la disciplina. No sacamos nada con que nos ofrezcan oportunidades si no estamos dispuestas a trabajar para tomarlas y sacarles el máximo provecho. La gente ha confiado en nosotras porque les hemos dado razones. Ven como nos sacamos la mugre. Es la disciplina y la constancia. El correr para todas partes y cumplir con todo. El preocuparse de hasta el más mínimo detalle. De hacer que todo calce. De perseverar. De levantarse del suelo cada vez que las cosas se han puesto feas. El éxito es la punta del iceberg, dicen por ahí, y cuánta razón tienen. El éxito se construye. Es un proceso lento, largo y difícil y no todos están dispuestos a recorrerlo. Pero cuando uno se acerca a él  puede mirar atrás con orgullo, sin arrepentirse de nada y dar gracias por haber tomado las decisiones correctas. Y ojo, que con éxito me puedo estar refiriendo a muchas cosas. Cada cual sabe cuáles son sus metas. El éxito no es la fama o el dinero... A veces es algo tan sencillo como obtener un nuevo par de zapatos, lograr que te salga un nuevo paso, o ese momento mágico cuando se cierran las cortinas y tú, con tu vestidito nuevo, escuchas los aplausos y corres a abrazar a tus compañeras porque saben que lo hicieron bien. Y que, aunque no tienes idea de cómo, todo salió bien después de
todo.



Lo tercero que he aprendido es el sacrificio. Y si bien esto se relaciona con el punto anterior, me refiero a un sacrificio distinto al que uno hace por el esfuerzo, me refiero al que hacen los demás. En mi caso el hecho de que yo pueda bailar se debe a una infinita red de hechos que se han dispuesto de tal modo que permiten que yo pueda hacer lo que me gusta. Tengo una familia que me apoya, amigos... Y es difícil a veces hacerles entender que no puedes ir al cumpleaños de tu mejor amigo o pasar más tiempo en familia, porque tienes otras responsabilidades. O a veces algo tan simple como hacerles entender el por qué algo es tu pasión. Al final una bailarina en el escenario no es solo ella y su determinación, sino también todos los que la acompañan. Y ese equipo es tan grande que capacito que no quepan todos en un sólo salón.




La importancia del trabajo en equipo. Como les contaba es imposible hacer todo sola. Y cuando además te presentas en grupo es importante que todos se muevan como parte de un cuerpo único. Es necesario confiar en el resto y que ellos confíen en tí. La química se nota sobre el escenario. Incluso se pierden las distancias: ya todos son un sólo sudor. Las derrotas y victorias de uno son las de todos. Y a final de cuentas a tu equipo es a quienes más verás durante el año, más que a nadie más. ¡Y sólo los dioses saben lo difícil que puede ser a veces convivir con otros! Cada uno es un universo entero que cocha con el de los demás. Hay días buenos y días malos. Pero como les contaba más arriba, lo bueno es que entre nosotras se armó una dinámica súper enriquecedora. Hemos aprendido, a relacionarnos entre nosotras y con los demás. A desarrollar una inteligencia emocional. Hemos aprendido a convivir, y sí, eso se aprende... Y para eso todos tienen que poner de su parte. Pero cuando se logra, los resultados son maravillosos.



"No toda la gente tiene buenas intenciones." Quizás esta ha sido la lección más dura. Principalmente porque nosotras nos hemos dedicado a esto por ser nuestra pasión. No es otra cosa que hacer lo que nos gusta y compartirlo con otros igual de gustosos. No le hemos deseado mal a nadie y nunca lo hemos visto desde el punto de vista competitivo. Más bien siempre se ha tratado de amor: amor a la danza, amor al público, amor entre nosotras, amor a la familia, amor a los amigos, amor por las cosas que nos interesan, amor a la wena onda, etc. Y sí, a veces se han creado mal entendidos, malas experiencias. Principalmente por ser demasiado ingenuas. Pero de a poco hemos sabido fortalecernos, no rebajarnos, y seguir a delante, sin darle demasiada importancia a esos casos, pero sí, aprendiendo a tratarlos cuando ha sido necesario. Nos ha servido para ir haciéndonos más sabias y cuidadosas. Así que en el fondo hemos salido beneficiadas. No todo puede ser de color de rosa, pero sí puede ser una oportunidad de aprendizaje.



Y que la danza, así como todo arte, es una manera de conectar: Muchas veces hacemos rondas con el público. Y típico, al principio nadie quiere salir, les da vergüenza, piensan que no son buenos para bailar y que sólo van a hacer el ridículo (como sabrán, yo ya he pasado por eso), pero luego se sueltan y se relajan. Entran en confianza. Me toman de las manos y empezamos a girar. Y ese momento se vuelve mágico. Ya no se trata sólo de nosotras, o ellos, ahora somos todos. Y los que están fuera del círculo también: aplauden, bailan entre ellos, ríen. Arriba, en el escenario están los músicos y de repente se cola alguien que también sabe tocar... ¡Y por allá alguien también sabe bailar! Uno puede sentir esa energía. Personas que tal vez no conoces para nada. Pero todos están ahí, en ese momento, justo ahora, compartiendo esta experiencia única e irrepetible. Es tan sólo eso: experiencia, energía, buena vibra, diversión. Después la gente se nos acerca y yo noto ese brillo en sus ojos: ellos también quieren poder vivirlo. Se toman fotos con nosotros. Nos siguen en las redes sociales. Comparten nuestras alegrías y tristezas. Esperan a vernos en los próximos eventos. Siempre nos apoyan. Nunca antes había conectado de tal forma con tanta gente. He conocido a tantas personas maravillosas. Cada una de ellas es un ser único y hace cosas increíbles. Artistas, músicos, bailarines, artesanos, público. Todos tienen algo que aportar. Y es así que la comunidad va creciendo. Y me doy cuenta de que sólo soy un punto dentro de este fantástico universo interconectado. Después de un buen evento la felicidad me puede durar semanas y se vuelve realmente adictivo. Yo creo que es lo que más me gusta, poder compartir lo que hago. Y es así que ya no soy solo yo bailando, realizando un "hobby" (que por lo demás me ha hecho súper bien físicamente), sino que siento que  es algo en donde he aportado al resto también. Y eso ya es arte.



Finalmente eso, dejar un espacio para lo que me ha dejado la danza. La danza me ha dado mucha más confianza y autoestima. Oportunidades de crecimiento y aprendizaje.  Tanto física como social y espiritualmente. Siento que ahora me relaciono de otro modo con mi cuerpo. Tengo más dominio sobre él, sé escucharlo mejor. Me sirve para expresarme. Lo cuido más y en retribución esto me permite sentirme mejor. Ahora me siento capaz de muchas cosas. Y por lo mismo, y porque sé el camino que he recorrido, tampoco dejo que cualquiera venga y me pisotee. Me valoro y me hago respetar. Porque sé de lo que soy capaz. Ahora sólo quiero poder seguir creciendo. Alcanzar mí máximo potencial. Y eso es importante, porque se trata de hasta dónde YO voy a llegar. Yo no quiero ir a competencias ni considerarme una bailarina profesional que vivirá de eso y luego se retirará. No quiero sobre-exigirme o morirme de hambre o lastimarme. Yo sólo quiero seguir perfeccionándome y sobretodo disfrutar, aprender mientras siga siendo divertido.   Total, es mi vida y durante el tiempo que esté destinado, voy a dedicarme a vivirla al máximo y a gozarla.


Ahora sólo queda una última pregunta. Todo esto es lo que me ha dado la Danza, todo esto es lo que he aprendido. Ahora, ¿qué puedo darle yo a ella?











sábado, 13 de junio de 2015

Instagram

Siempre escucho que Instagram comenzó todo un debate sobre la verdadera habilidad artística de los fotógrafos, pues se utiliza un filtro prefabricado para dar ciertos efectos a una fotografía (efectos sumamente estéticos y clichés), dejando de lado toda una técnica que va desde lo que significa sacar una buena fotografía o lo que podría ser utilizar herramientas digitales para alterarla...

Por otro lado también he escuchado los problemas asociados con esta moda del Instagram: Que las Selfies pueden ser una expresión de inseguridad, que buscan siempre la aprobación del resto, llegando a convertirse incluso en una adicción diagnosticada... O que el modo en que componemos una imagen para Instagram es en el fondo eso, un falseamiento de la realidad para crear un Perfil, es decir, un punto de vista, acerca de nosotros y nuestro estilo de vida. Como esa gente que pone "Saliendo a hacer running" cuando en realidad después de sacarse la foto se meten de nuevo a la cama. O el típico caso: "¡Oh! Accidentalmente todos los elementos que tengo sobre la mesa combinan y, curiosamente, demuestran lo alternativa y culta que soy."

No voy a negar estos fenómenos. No es que todos los usuarios de Instagram caigan en estas categorías... Pero de que pasa, pasa. Quizás tiene que ver con una nueva generación, estos "millenials" que perciben la realidad de un modo muy distinto, siempre conectados con un mundo que valora tanto las interacciones virtuales como las directas. Y que poco a poco han ido cambiando todas las estructuras a las que estábamos acostumbrados: las modas, el lenguaje, el modo de trabajar, de comprar, de comer, de vivir, etc.

Pero hay algo que sí valoro de Instagram. Algo por lo cual me gusta mucho esta aplicación. No sólo porque me permite visualizar la cotidianidad de la gente a la que sigo... Sino que hay una caracterísrica especial que distingue a las imágenes de Instagram de las de otras aplicaciones. Mientras que Facebook es una recopilacion de todo lo que hacemos desde un enfoque social, y Twitter tiene un caracter más mediático e inmediato (por ej compartir la foto de un accidente a un publico masivo)... Creo que la cualidad de Instagram (sin quitar que esta después se comparta a traves de otras redes) es justamente ese factor Estético. El sólo hecho de que los filtros y efectos ayuden a mejorar una imagen o haga que se potencie una idea... Tiene ese algo... Claro, cliché muchas veces, pero sí tiene ese algo de ser como un ojo selectivo, que va por ahí, por la vida cotidiana buscando lo bello. ¡Me he topado con varias sorpresas! La gente muestra aquello que cree que es digno de mostrar y es muy curioso lo que eso puede llegar a significar para cada individuo. Aun cuando se intente armar una ficción con respecto a uno mismo, me parece muy interesante aquella idea de "qué es lo mostrable" para cada uno.

Si algo me ha dejado Instagram es la idea de que realmente hay mucha belleza en este mundo y sólo hace falta buscarla, incluso si eso significa ir por ahí buscando qué fotografiar con tu celular...

Quizás el siguiente paso sea simplemente apreciar esos instantes en directo sin la necesidad de tener que capturarlos. De todos modos el solo hecho de sentir esa necesidad de compartir me parece también loable. En el fondo todos tenemos el instinto de compartir la belleza en vez de guardarla como una experiencia privada. Incluso si no concordamos en qué es bello.

jueves, 11 de junio de 2015

Ride

Ella estaba perdidamente enamorada de él... ¡¿Cómo no?! Él era perfecto, era todo lo que siempre deseó.

Le gustaba imaginárselo con su cabellera larga al viento, con su chaqueta de cuero y guantes para manejar. Otras veces él andaba de oficina, pero en tono casual. Aunque se viera respetable, debía de ser ropa cómoda.

Ella cerraba los ojos y se imaginaba todos esos viajes maravillosos que harían juntos en el verano, abrazada a su cálido cuerpo, sintiendo su perfume a madera. Lo más probable es que fueran a veranear a la costa. Sonreiría cuando contemplara su reflejo en el brillo de su casco. ¡Por supuesto que irían en su motocicleta! Sabía que después de ella, ese vehículo lo era todo para él. Gracias a eso se habían conocido.

Todo comenzó cuando ella se dirigía a tomar el tren y no pudo evitar notar la maravillosa moto estacionada fuera de la estación. Era completamente negra, algunas partes eran brillantes, pero otras eran de un elegante tono mate. Siempre bien cuidada, yacía anclada a la reja como un perro que espera a su dueño. La observó detenidamente, embelesada. Pero luego de eso se alejó con indiferencia.

Los días pasaron y cada vez que ella corría a tomar el tren la motocicleta estaba ahí. Después de un tiempo pareció que la moto ya no esperaba a que su dueño regresara del trabajo, sino que la estuviese esperando a ella. Y fue así que ella empezó a cuestionarse sobre el dueño del vehículo. ¿Cómo sería él? Debía de ser bastante genial para tener una moto así. Pero de seguro habría una razón para que, a pesar de todo, él se dirigiera a su trabajo en tren.

El tiempo prosiguió su marcha y ella comenzó a imaginarlo a él. Por el tipo de gustos de seguro escuchaba buena música, tendría sentido. Y debe de ser alguien responsable por cuidar así su moto y mantenerla siempre tan limpia. Además cumple sus horarios en la oficina, asistiendo todos los días.
¿Cómo sería? ¿Sería acaso delgado? ¿Sería guapo? ¿De qué tonalidad tendría su piel? ¿Sus ojos serían tan brillantes como esos accesorios plateados?

Y fue así que poco a poco, de tanto imaginar, comenzó a gustarle lo que imaginaba. Cada vez podía verlo como alguien más definido. Sabía de qué color eran sus ojos, sabía qué refresco prefería su paladar. Fue entablando un diálogo ficticio con él. Ella le hablaba de sus problemas cotidianos y él siempre sabía qué responderle. De vez en cuando ella pasaba por el escaparate de alguna tienda y algunas cosas le hacían pensar en él, pues había llegado a conocer muy bien sus gustos. Tenía fantasías respecto a sus encuentros amorosos. ¡Las cosas que ellos harían! Hasta que finalmente, después de una bella tarde de paseo, se alejarían de la ciudad, y ahí en medio de la naturaleza ella le confesaría que estaba totalmente enamorada de él. Y él la correspondería. Serían inmensamente felices. ¡¿Cómo no?! Él era perfecto...

Y fue así como cada mañana al ir a tomar el tren ella echaba una mirada. Ahí seguía la moto estacionada. Algún día, en algún momento, vendría él a buscarla y con ello vendría él a buscarla a ella también.

Fue por esto que ella se juró a sí misma que jamás averiguaría quien era el verdadero dueño de aquella motocicleta.



miércoles, 3 de junio de 2015

Nocturno



Era el escenario perfecto. Era un palacio, era un museo. Desde una habitación pintada de rojo se pasaba a la sala con el enorme ventanal con vista al mar eterno. Se encontraba decorada por los cuadros de grandes artistas del pasado. Era como si las obras le conversaran en medio de una fiesta silenciosa y fantasmal.

En el cuarto contiguo se comienza a escuchar una melodía. Era como si la música le estuviese llamando. Junto a la chimenea un inmenso gobelino con escenas de caza. Pero al otro lado, más allá de la mesita de María Antonieta, iluminado por la luz de la ventana y cobijado en un rincón, un músico toca su instrumento.

Ella ama al piano y ama los nocturnos. Pero esta melodía no la conoce. Le pregunta y él responde:

-"Nocturno en Re menor de Piotr Ilich Tchaikovski, Opus 19 número 4."

Desde entonces ese código quedará registrado en su memoria.

Ella le agradece. Él sonríe.

-"Soy fanática de los ballets de Tchaikovsky." -Dice ella en tono amable.

-"¿Te refieres a éstos?" -Él juguetea con las teclas. Ella las reconoce.

-"Sí, esos mismos." -Ella sonríe, lo felicita por su interpretación, ha cambiado completamente su experiencia de la visita al museo. Él agradece el cumplido. Ella se retira y al cruzar el umbral que los separará ella se despide con un gesto de su mano y él le responde esbozando una sonrisa. Mientras se marcha suena nuevamente aquel nocturno que ahora la ha dejado tan marcada. Es como su despedida.

¿Cómo explicarle lo que ella siente por los nocturnos, por el sonido del piano?

Dos desconocidos unidos por un instante por la música. Casi...
Casi podría ser una historia de amor incompleta.



lunes, 9 de marzo de 2015

Permitirse Olvidar

¿Cómo lo haces?
¿Cómo deshacer los pasos que diste en esa difícil pendiente?
No puedes devolver todos los guijarros al camino
No puedes eliminar el polvo de tus pies...

Nada más esperar... A que pase suficiente tiempo...
A que el futuro pueda dejar suficientemente atrás al pasado.

¿Cómo lo haces?
¿Cómo cierras las heridas que jamás fueron cauterizadas?
No puedes eliminar el dolor que se siente
Ahí donde ya no queda nada...

La memoria es un juego cruel
Te vas perdiendo entre el tic y el tac.
¿Te construyes o te destruyes?
El recuerdo... Y el olvido...

Ese lugar oscuro,
donde las palabras se distorsionan y las imágenes se ponen borrosas...
Donde las promesas se hacen cenizas en la boca
Y toda risa se escucha como un llanto.

Dime... ¿Alguna vez sabré?
Lo que fue ya no será
¡Déjalo atrás! ¡Atrás! ¡Atrás!
¡Vete y no vuelvas más!

Vete... Y  no vuelvas.


Mei

sábado, 17 de enero de 2015

Forget me not.

Con el paso del tiempo se fue haciendo más difícil recordar.
Era un ejercicio que hacía cada noche... Jugar a imaginar su rostro, su cuerpo, el sonido de su voz...
¿Había sido acaso su aroma más cítrico o acaso más cercano a la madera?
¿Había sido cálida su mano posada en su mejilla?
Poco a poco los límites se difuminaban... Los diámetros se perdían....
Ya no era posible diferenciar lo cóncavo de lo convexo.
Hasta que toda geografía de su cuerpo se disipaba en las tinieblas.
¿Había sucedido todo realmente?
A veces a su imaginación le gustaba jugarle bromas y alteraba los relatos.
Era parte del deporte.
Cerrar los ojos y alargar los sueños, a ver si sucedía más de lo que en realidad había acontecido.
Su mente inventaba símbolos, le gustaba ir amarrando vivencias a objetos que aún pudiese percibir.
Imágenes que aún pudiese reconocer.
Eran pequeñas anclas que unían el pasado al presente.
Cadenas invisibles que buscaban resistir el arrasador paso del tiempo.
Pero era inevitable. Cada vez se le dificultaba más.
Tarde o temprano bajaba esa terrible neblina que todo lo envolvía.
Nombres, rostros, sensaciones...
Hasta los sentimientos más profundos le eran arrebatados por esa niebla gris y ensombrecida.
Si todo lo que era eran recuerdos, tarde o temprano ella misma desaparecería.
Se dio cuenta de que así es como funcionaba la vida.
Al fin y al cabo nada permanece.
Todo no era más que una gran canción de olvido...



Atte
Mei