sábado, 17 de enero de 2015

Forget me not.

Con el paso del tiempo se fue haciendo más difícil recordar.
Era un ejercicio que hacía cada noche... Jugar a imaginar su rostro, su cuerpo, el sonido de su voz...
¿Había sido acaso su aroma más cítrico o acaso más cercano a la madera?
¿Había sido cálida su mano posada en su mejilla?
Poco a poco los límites se difuminaban... Los diámetros se perdían....
Ya no era posible diferenciar lo cóncavo de lo convexo.
Hasta que toda geografía de su cuerpo se disipaba en las tinieblas.
¿Había sucedido todo realmente?
A veces a su imaginación le gustaba jugarle bromas y alteraba los relatos.
Era parte del deporte.
Cerrar los ojos y alargar los sueños, a ver si sucedía más de lo que en realidad había acontecido.
Su mente inventaba símbolos, le gustaba ir amarrando vivencias a objetos que aún pudiese percibir.
Imágenes que aún pudiese reconocer.
Eran pequeñas anclas que unían el pasado al presente.
Cadenas invisibles que buscaban resistir el arrasador paso del tiempo.
Pero era inevitable. Cada vez se le dificultaba más.
Tarde o temprano bajaba esa terrible neblina que todo lo envolvía.
Nombres, rostros, sensaciones...
Hasta los sentimientos más profundos le eran arrebatados por esa niebla gris y ensombrecida.
Si todo lo que era eran recuerdos, tarde o temprano ella misma desaparecería.
Se dio cuenta de que así es como funcionaba la vida.
Al fin y al cabo nada permanece.
Todo no era más que una gran canción de olvido...



Atte
Mei