miércoles, 3 de junio de 2015

Nocturno



Era el escenario perfecto. Era un palacio, era un museo. Desde una habitación pintada de rojo se pasaba a la sala con el enorme ventanal con vista al mar eterno. Se encontraba decorada por los cuadros de grandes artistas del pasado. Era como si las obras le conversaran en medio de una fiesta silenciosa y fantasmal.

En el cuarto contiguo se comienza a escuchar una melodía. Era como si la música le estuviese llamando. Junto a la chimenea un inmenso gobelino con escenas de caza. Pero al otro lado, más allá de la mesita de María Antonieta, iluminado por la luz de la ventana y cobijado en un rincón, un músico toca su instrumento.

Ella ama al piano y ama los nocturnos. Pero esta melodía no la conoce. Le pregunta y él responde:

-"Nocturno en Re menor de Piotr Ilich Tchaikovski, Opus 19 número 4."

Desde entonces ese código quedará registrado en su memoria.

Ella le agradece. Él sonríe.

-"Soy fanática de los ballets de Tchaikovsky." -Dice ella en tono amable.

-"¿Te refieres a éstos?" -Él juguetea con las teclas. Ella las reconoce.

-"Sí, esos mismos." -Ella sonríe, lo felicita por su interpretación, ha cambiado completamente su experiencia de la visita al museo. Él agradece el cumplido. Ella se retira y al cruzar el umbral que los separará ella se despide con un gesto de su mano y él le responde esbozando una sonrisa. Mientras se marcha suena nuevamente aquel nocturno que ahora la ha dejado tan marcada. Es como su despedida.

¿Cómo explicarle lo que ella siente por los nocturnos, por el sonido del piano?

Dos desconocidos unidos por un instante por la música. Casi...
Casi podría ser una historia de amor incompleta.



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