miércoles, 22 de octubre de 2014

Volver

Existen personas que durante un breve tiempo significan algo para nosotros... Pueden ejercer una presión tan fuerte como el agua, una chorrera de emociones... Y sin embargo, transcurrido ese breve instante compartido, se desvanecen. Se evaporan llevándose consigo los rastros de tales emociones. En el fondo, su misión en nuestras vidas es como la de la lluvia. Para algunos puede ser un mal día, un mal frente; otros lo consideran agradable. Pero en el fondo es un clima pasajero y su única misión fue hacer fértil el suelo donde más adelante se asentarían las emociones más hondas. Esas que se instalan como enormes árboles y extienden sus ramas, duraderas, a través de las estaciones.

De esas personas, curiosamente, guardo pocos recuerdos. Más que nada son sensaciones. Y ni siquiera estoy del todo segura que se asocien a ellos.

Recuerdo una balada... melodías que resuenan como ecos en nuestras cabezas una vez que nuestros corazones se han secado. Recuerdo un cielo azul, con nubes blancas y lentas, moviéndose pesadamente al soplo de algún viento de cambios. Esperanzas, esperanzas que suben por escaleras infinitas hasta el cielo. Cada escalón decorado como las teclas de un piano, a las cuales les gusta interpretar canciones repletas de nostalgia. Recuerdo casas y balcones, todas de colores brillantes. Pero que quedan opacadas por la luz anaranjada de un farol en la oscuridad. Ahí, en esa oscuridad donde se pierden los que sueñan. Adoquines donde bailar el vals. Mosaicos en las paredes. Espejos en el alma. Un café con aroma a naranja. Un pie dulce con un dejo amargo.

He intentado encontrar nuevamente esos lugares. Esos lugares a los que no sé volver, porque no se encuentran en algún mapa, sino en los recuerdos más perdidos de la memoria. Por accidente tal vez me encontré con ellos. Pero me parecieron desteñidos. Estaban más opacos, más faltos de sueños. Ya no se veía el horizonte desde sus balcones. El mar ya no brillaba a lo lejos. En vez de eso hervían preguntas sin respuesta. Pasados bloqueados, como las huellas borradas en la arena. 

A veces es mejor no regresar. Volver para encontrarse con un recuerdo herido, duele demasiado. Ya no encontrarás el rostro igual  al mirarte en el espejo. Ya no voltearás al cruzarte con su recuerdo caminando entre la multitud. El mundo habrá cambiado y tu también.

A veces es mejor no regresar. 




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